Ésta es la historia de un hombre poco convencional. Un tarambana
que decidió casarse por capricho y no por amor, pues ni siquiera tenía novia.
De este modo, Ramón Camomila salió a la calle y en dos horas
ya había cazado a la que sería su futura esposa; una mujer con pocos
atractivos, por otra parte.
Sin embargo, una vez cumplido el antojo, nuestro
protagonista recuperó la razón y se dio cuenta del error que había cometido: “No valgo para marido, y lo noto cuando ya
soy ciudadano casado…”. Así que decidió romper su compromiso, aunque no de
la manera más civilizada.
A partir del momento de su “despertar”, el señor Camomila
intentó conseguir el odio de su cónyuge realizando varios disparates. En primer
lugar, en el momento en que el fotógrafo iba a tomar el retrato nupcial decidió
que él no saldría en la instantánea y que su lugar sería ocupado por el
fotógrafo. A continuación, durante el viaje de novios, Ramón no viajó en el
mismo compartimento que su esposa, sino
que lo hizo en la locomotora,
partiendo carbón junto a los maquinistas. Más tarde, acompañó a su señora por
Irún vestido de harapos, se hizo pasar por criado, atendiendo la llamada de los
asistentes a un restaurante o cualquier otro espacio público, y llegó incluso a
pintarse los ojos…
Con estos comportamientos, no es de extrañar que al final
del cuento Ramón Camomila lograse su objetivo, si bien él terminó en el
manicomio.
Este pequeño relato es una muestra de la experimentación y
del humor chispeante que practicaba Eduardo Jardiel Poncela en todos sus escritos.
Nótese que en todo el cuento el autor no ha empleado ni una sólo vez la letra “e”.
Me ha gustado mucho :)
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro mucho.
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