UN MARIDO SIN VOCACIÓN de Enrique Jardiel Poncela (II)


Ésta es la historia de un hombre poco convencional. Un tarambana que decidió casarse por capricho y no por amor, pues ni siquiera tenía novia.

De este modo, Ramón Camomila salió a la calle y en dos horas ya había cazado a la que sería su futura esposa; una mujer con pocos atractivos, por otra parte.

Sin embargo, una vez cumplido el antojo, nuestro protagonista recuperó la razón y se dio cuenta del error que había cometido: “No valgo para marido, y lo noto cuando ya soy ciudadano casado…”. Así que decidió romper su compromiso, aunque no de la manera más civilizada.

A partir del momento de su “despertar”, el señor Camomila intentó conseguir el odio de su cónyuge realizando varios disparates. En primer lugar, en el momento en que el fotógrafo iba a tomar el retrato nupcial decidió que él no saldría en la instantánea y que su lugar sería ocupado por el fotógrafo. A continuación, durante el viaje de novios, Ramón no viajó en el mismo compartimento que su esposa, sino que lo hizo en la locomotora, partiendo carbón junto a los maquinistas. Más tarde, acompañó a su señora por Irún vestido de harapos, se hizo pasar por criado, atendiendo la llamada de los asistentes a un restaurante o cualquier otro espacio público, y llegó incluso a pintarse los ojos…

Con estos comportamientos, no es de extrañar que al final del cuento Ramón Camomila lograse su objetivo, si bien él terminó en el manicomio.


Este pequeño relato es una muestra de la experimentación y del humor chispeante que practicaba Eduardo Jardiel Poncela en todos sus escritos. Nótese que en todo el cuento el autor no ha empleado ni una sólo vez la letra “e”.

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