COCO, de Guy de Maupassant

Coco, de Guy de Maupassant, es una historia sobre la vejez, sobre lo que sucede con las personas una vez son ancianas y ya no pueden trabajar, cuando ya no son útiles, cuando son casi un estorbo. Es una historia sobre los jóvenes, egoístas y materialistas, que no saben apreciar el valor de la experiencia. Es un relato amargo y a la vez sensible que te hace pensar y que despierta la solidaridad.

Coco es un viejo caballo que ya no puede realizar las labores de campo. Su adinerada dueña, sin embargo, unida al jaco por motivos sentimentales, no quiere sacrificarlo y decide mantenerlo, en las mejores condiciones, hasta que le llegue su muerte natural.

Zidore es el encargado de cuidar al jamelgo, un chico de unos quince años que no entiende que sus amos inviertan una cantidad importante de recursos y de dinero en un animal inútil.

La gente que vive y trabaja en la hacienda se divierte a costa de Zidore y el caballo. Sabedores del fastidio que supone para el mozo tener que cuidar al rocín, le hablan constantemente del animal e incluso le apodan Coco-Zidere, lo que le molesta intensamente y acrecenta el odio que el muchacho siente hacia el caballo.


El chico no alberga sentimiento alguno de compasión. En su mente, se instala un fuerte deseo de venganza y empieza a maltratar al caballo. Primero, economiza el alimento y las comodidades del equino, más tarde, llegado el verano, llega a azotarlo, le lanza piedras, le restringe cada vez más la franja de hierba fresca a su alcance... lo tiene aterrorizado, hambriento y debilitado

Zidore es la única persona que ve al animal (¿por qué, si tanto lo quiere, su dueña no pasa a visitarlo de vez en cuando?), y aprovecha la situación para hacer mil diabluras. Nadie lo controla. Va a verlo y  ya no le pega, pues sabe que su sola presencia incomoda al rocín. A pesar de todo, el jamelgo lo necesita, depende de él para alimentarse. Pero Zidore no le facilita pasto. El animal sufre y el chico saborea su venganza.

De este modo,  un día decide que lo pasaría mejor vagabundeando por ahí que atendiendo al caballo. Y así lo abandona a su suerte, sin nada que echarse al diente a su alcance pero con un enorme prado de verde hierba delante de sus ojos. Coco hace mil esfuerzos pero no consigue liberarse de sus ataduras. Agoniza con resignación.

Un par de días después, Coco se muere. El rapaz está satisfecho. Pero no avisa en la hacienda. No tiene prisa. Aún puede disfrutar de un día de asueto. Cuando comunica la noticia a sus patrones, a nadie le sorprende. Coco era viejo y podía morir en cualquier momento. Lo entierran y el animal regresa a la tierra, empezando de nuevo el ciclo de la vida.

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