Para muchos, la diferencia de edad es un factor a tener en
cuenta a la hora de unirse en matrimonio. De los peligros de una unión entre
personas de diferente edad nos han avisado muchos escritores a lo largo de la
historia de la Literatura. Precisamente de esto nos advierte Antón Chejov en La cronología viviente.
El ya viejo consejero palaciego Charamúkin recibe en su
hogar la visita del gobernador Lobnief. Ambos mantienen una conversación en la
que el primero recuerda con añoranza los tiempos pasados, tiempos en los que la
vida social y cultural era mucho más animada, tiempos en los que él mismo era
facilitador y cooperante para que la sociedad tuviese agradables pasatiempos.
De este modo, recuerda la visita del tenor Prilipchin, la del
actor trágico Ruggiero, se acuerda de la fiesta que, junto a su mujer, ofreció
en favor de los heridos turcos o del espectáculo que ambos organizaron a
beneficio de las víctimas de un incendio.
Charamúkin recuerda perfectamente las personas y los hechos
pero su memoria no es ya tan buena y no sabe precisar las fechas. Por eso pide
ayuda a su esposa, Ana Pavlovna, mucho más joven que él, para que detalle
exactamente el año en que cada uno de estos acontecimientos tuvo lugar.
Curiosamente, las fechas coinciden con la concepción de cada
uno de los cuatro hijos del consejero (Nadia, Nina, Kola y Vania). No es
casualidad pues, como Chejov nos sabe insinuar con maestría, su esposa le ha
sido infiel. No una vez sino, al menos, cuatro. Difícil que ella pudiese
olvidar el momento en que tuvieron lugar.
Pero Charamúkin no lo sabe. No sabe que sus hijos son de
otros hombres, que su mujer le ha sido desleal, que él favoreció, con su bondad y con su exceso de confianza, cada uno
de los actos de adulterio que su esposa cometió.
Excelente cuento del maestro: ¡en solo tres páginas habla de las parejas de edades diferentes, del marido ignorante de las infidelidades de su mujer, que la ha dado cuatro hijos de cuatro hombres diferentes!
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