MELANIA Y AKULINA, de León Tolstoi (II)


Después de un par de semanas leyendo historias trágicas de Guy de Maupassant, cambiamos de tercio y nos acercamos al mundo de la infancia de la mano del escritor ruso Leon Tolstoi, autor de famosísimos clásicos como Anna Karenina o Guerra y Paz.

En esta ocasión asistimos a la historia de dos niñas, Melania y Akulina. En el primer párrafo, con un par de certeras pinceladas (el blanco en la nieve, el amarillo y el azul en los vestidos, el rojo en los pañuelos…), Tolstoi logra situarnos en escena. Nos encontramos en Rusia, una tarde fría de Semana Santa. A la salida de misa, dos niñas juegan despreocupadas. Saben que no deben manchar sus ropas festivas pero no pueden evitar jugar en un charco. Evidentemente, acaban salpicándose.


Melania salpica a Akulina y ésta, al ver su vestido manchado, como es normal, se enfada. Aquí aparece en escena la madre de Melania, dispuesta a reprender a su hija, hasta que ésta acusa a su amiguita. La mujer golpea a la niña. El lío está montado… Llega la madre de Melania y sale en defensa de su hija. Las madres discuten, pelean ante la mirada de los vecinos. Sólo la anciana abuela de Akulina pone algo de sentido común en la disputa y, haciendo referencia a la festividad del día, intenta poner paz. La discusión prosigue pero las niñas ya han olvidado el percance. Las dos siguen jugando, tan amigas como antes, dando una lección a los adultos.

En el relato aparecen retratadas las tres edades por las que pasamos (salvo fatalidad) todos los seres humanos: la infancia, caracterizada por la inocencia, la capacidad para vivir el presente y para perdonar; la adultez, identificada con el odio, el resentimiento, el rencor; y la senectud, definida por el realismo y el pragmatismo.

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