Ya podéis leer los originales presentados al Concurso de microrrelatos "Partir de un comienzo...":
La
enterré aquí mismo, debajo de este árbol. Era una caja con mis recuerdos de la
infancia. Cuando fui con mis amigos y mis amigas a desenterrarla, la abrimos y
encontramos las fotos y los juguetes que
habíamos metido dentro. Empezamos a sacar lo que había en ella y a pensar en viejos tiempos. Después cada uno cogió sus
recuerdos y se los llevó a casa.
Cuando
yo llegué a casa les enseñé a mis padres
los objetos que había encontrado dentro de la caja, los miraron. Me dijeron que
había cambiado mucho y que había sido buena idea, porque así podríamos ver cómo éramos de pequeños y compararlos con
una foto o con algún objeto actual.
Poco
después me llamó una amiga y me
preguntó si quería hacer otra caja y meter objetos de ahora, y cuando
cumpliéramos treinta años abrirla y volver a revivir nuestra adolescencia. La
hicimos y la metimos debajo del mismo árbol.
Pasaron
los días, los años y un día mi amiga me llamó para quedar y desenterrar la caja
y ver las cosas de nuestra adolescencia. Quedamos, la desenterramos, y recordamos
tiempos pasados. Cuando acabamos de ver los objetos, nos despedimos y nos
fuimos.
Yo
metí los recuerdos en un baúl pequeño y lo guardé en mi armario.
Pasaron
unos años, cuando estaba en mi casa limpiando
el armario encontré en una esquina el pequeño baúl que contenía los recuerdos
del pasado, me alegré mucho de encontrarla porque pude revivir los momentos más
importantes de mi vida.
EL VALOR DE LA AMISTAD
La
enterré aquí mismo, debajo de este árbol donde había pasado muchas horas con
mis amigos, entre los cuales estaba Juan que fue el que me la había regalado.
Era
una piedra de la suerte con la que me había obsequiado él, en
nombre de nuestra amistad. Ese día juramos estar unidos y ser amigos por
siempre.
La
vida hizo que todo cambiara de un día
para otro, pues él se tuvo que ir a
estudiar fuera y yo me quede aquí siguiendo mi vida como siempre.
Después
de un año volvió, venía muy distinto como si algo ocurriera en ese viaje que hubiese cambiado su manera de ser, dado que ni
se dignó a saludarme.
Al
cabo de unos días, ya cansada de desplantes, hable con él y le pregunté
si le había pasado algo conmigo. Él lo
único que me respondió fue que en todo este tiempo su vida había cambiado y que
tenía otras aspiraciones para su futuro y que dentro de ellas no estaba seguir con
nuestra amistad puesto que no le aportaba nada.
Yo
me sentí muy mal porque no entendía cómo una persona podía cambiar tanto de la
noche a la mañana y todo por haber obtenido una mejor posición.
A
raíz de eso la vida me dio una gran enseñanza y es que no se puede fiar uno de
nadie puesto que la persona que menos te lo esperas puede dejarte tirado de un
día para otro y todo por ambición, así que lo primero tiene que ser mirar por
nuestro bien porque no cabe duda de que si no lo haces tú no lo va hacer nadie.
Fanny y su castaño animado
La enterré aquí mismo,
debajo de este árbol, y me daba la sensación
de haber dejado en ella una parte de mí,
porque le puse una cadena de oro que había
formado parte de mi vida, al igual que ella. Aunque no se la puse por capricho
sino porque ambas habían sido de especial importancia para mí.
Ella, Fanny, siempre me había
acompañado, tanto en los buenos como en los malos momentos, digamos que fue
casi como mi propia sombra pues las sombras te siguen a todas partes. Por eso
llegué a quererla tanto y me prometí que nunca más cogería otra mascota porque
luego se pasa mal cuando te falta.
Mi ardilla siempre había
sido buena y juguetona, pero donde más se había divertido era junto al castaño
que yo tenía en mi patio, pues se había pasado grandes ratos saltando, subiendo
y bajando de él y yo la observaba desde la ventana de casa siempre sonriéndole.
Pero me di cuenta que mi vida,
de golpe y porrazo, había dado un
giro de ciento ochenta grados. Ya no le encontraba sentido a nada, porque mi
sonrisa se había borrado de mi rostro, no era la misma persona sin esa alma
gemela (porque nadie más vivía conmigo). Por eso había decidido enterrarla
donde más le hubiera gustado estar y yo al mismo tiempo sentirla cerca.
Los vecinos pensaron que me había vuelto loca al
actuar así por un animalito, una simple ardilla, pero nadie se había dado cuenta de que al vivir sola le llegas a
encariñarte incluso de alguna mascota o lo que sea.
Por eso es bueno pensar que
nada dura siempre, que estamos aquí de paso y hay que disfrutar.
La
enterré aquí mismo, debajo de este árbol, pues había sido nuestro lugar
preferido para escondernos de todos cuando queríamos estar a solas. Podría ir a
visitar su tumba cada vez que necesitase hablar con ella y desahogarme
contándole mis cosas porque mi amada esposa siempre me había escuchado y ahora
tampoco me iba a defraudar.
Nos
conocimos un verano en la fiesta del pueblo y fue un flechazo, era la niña más
bonita que había visto nunca. Había venido al pueblo a vivir porque a su padre
lo habían destinado al cuartel como sargento.
Desde
ese día no nos separábamos ni un segundo y habíamos encontrado un lugar donde
poder disfrutar de nuestro amor, ese lugar era un bosque precioso en el que
había montones de flores y donde se encontraba el árbol más grande que habíamos
visto jamás y decidimos que sería nuestro lugar de encuentro para siempre y donde
nos sentaríamos a hablar de nuestras cosas y disfrutar el uno del otro.
Cuándo
nuestras familias descubrieron que nos veíamos a escondidas pusieron el grito
en el cielo, pues no querían que nos hiciésemos novios porque decían que éramos
muy jóvenes y primero teníamos que terminar nuestros estudios. Por supuesto,
nosotros nos rebelamos y no hicimos caso a nuestros padres y seguimos
viéndonos, aunque ellos nos amenazaron diciéndonos que nos iban a separar. Al final tanto
insistimos que no tuvieron más remedio que ceder, eso sí, poniéndonos como
condición que teníamos que terminar nuestros estudios, pues les dijimos que si
no nos escaparíamos y nunca nos encontrarían.
Al
cabo de unos años nos casamos, tuvimos cuatro niños hermosos y sanos y fuimos
felices hasta el fatídico día en que a mi amada esposa le diagnosticaron una
grave enfermedad que se la llevó de mi lado para siempre.
CONSEGUIREINO?
“La enterré
aquí mismo, debajo de este árbol. Mi alma, mis penas, mi ser…”
A min gustábame escribir e desafogueime co meu amigo
Ramiro. Amigo dos de verdade, dos que che din as cousas como son porque te
queren, porque sinten as tuas penas e disfrutan das tuas ledicias.
Vaia apuro me meteu no corpo!, coidei que lle daba
algo. ”Que bonito, que pocholaaada!”, e
veña a rir! Cando ó fin volveu en si razoamos coma homes vellos.
-Veras Lelucho para escribir hay que ter mundo, saber
da vida, ter don de xentes". Eu cavilaba, claro, el fala moito. Tódolos anos,
nas vacacións do verán, ía quince días para a casa dos seus tíos á Coruña, me
cago na tose! así calquera ten mundo. Pero que
sería ter don de xentes?, Pedinlle a Ramiro que me puxese un exemplo, el
coa parsimonia de sempre, contoume: “Meu querido amigo, don de xentes ten meu
tío que traballa cara ó público, relacionase moito, eche listo de carajo! Aínda
lembro coma si fora oxe o día que o
Roque quedou sen dentes na leira grande.
Que maneira de se explicar meu filliño!” “Verá usted señor agente, el coche
venía, el rapás cruzó y lo arreboló a la leira”.
Non escachei a rir porque era o meu amigo,
alumeábanlle os ollos contando as grandezas do seu tío e iso hai que respetalo,
pero cavilar é libre, e eu ¡que Deus me
perdoe!, caladiñamente… seguín cavilando. “Xa me parecía, que traballar de enterrador non che daba pé a
ter facilidade de palabra, aínda sendo nun ceminterio da Coruña”.
Ramiro, pero a min náceme da ialma, sáeme de dentro,
forma parte de min. “Non soñes Lelucho, tira a libreta. Temos que arrecadar as ovellas para a sombra do carballo
e botarlle auga no bebedeiro”.
ÁNGEL VEGA
…”La enterré aquí mismo, debajo de este árbol”…
Estas fueron las palabras con las que Dolores
describió a Ángel lo que le había comentado su prima y madre de Ángel, Aurora,
tiempo antes de su muerte.
Se trata de un hecho acontecido en el siglo
pasado que, debido a su punto dramático, trascendió a todo el vecindario.
Nos remontamos a principios del siglo XX,
dónde vivía una familia que, dada su extrema pobreza, tenía que buscarse una
forma de salir adelante y sobrevivir. Sin embargo, su vida comenzó a
tambalearse cuando el cabeza de familia murió repentinamente, quedando así
desamparados y sin modo de vida su mujer e hijo, éste menor de edad.
Una vez estrenada su mayoría de edad, Ángel
(hijo), emigró a Cuba, con la idea de forjarse una fortuna, dejando a su madre
sola pero, bajo la supervisión de su
prima Dolores. Su estancia en aquel país transcurrió desde el comienzo del
mandato del presidente Machado y posteriormente de Batista.
Pasaron unos años en los que la vida de Aurora
transcurrió con normalidad pero añorando a su hijo y con el temor de no volver
a verlo. Su trabajo consistía en lavar en el río la ropa sucia de los usuarios
de un hospicio. Desgraciadamente su vida finalizó accidentalmente cuando se
ahogó en el río.
En aquel tiempo pasaron muchos días antes
de recibir Ángel, la noticia de la desaparición de su madre. Al volver a su
pueblo pasados unos años, se encontró con su casa totalmente en ruinas y sin
saber qué hacer.
Pues bien, tomó contacto enseguida con
Dolores; ésta le explicó que su madre había logrado ahorrarse un dinero y se
hiciera dueña de algunos terrenos
heredados; y le continuó explicando que Aurora le había confiado,
encomendándole que si le pasaba algo malo a ella y sí algún día volvía a ver a
Ángel, le dijese dónde estaban enterradas sus valiosas pertenencias.
Textualmente le reprodujo las palabras de Aurora:
“…LA ENTERRÉ AQUÍ, DEBAJO DE ESTE ÁRBOL…”
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