UN DÍA DE ESTOS de Gabriel García Márquez (II)


Este relato de García Márquez es una ácida crítica al régimen político (dictadura) de algunos países latinoamericanos y a la actitud indiferente de sus habitantes frente a ese sistema. Es, a su vez, un llamamiento a la lucha contra la corrupción, contra la violencia, contra la injusticia que sacude a un pueblo desventurado e inculto.

Aurelio Escovar es un pobre dentista de una villa latinoamericana. Es más, es el único dentista del pueblo. Un día recibe la visita del alcalde, que tiene una muela inflamada. El dentista no quiere recibir al cacique, pues lo aborrece y le pide a su hijo que le comunique que no se encuentra en la consulta. Sin embargo, está puliendo una dentadura, por lo que cualquiera sabría que estaba mintiendo. En ese primer momento, Aurelio Escovar se resiste al poder. Tiene una pistola en la gaveta y podría acabar con el dictador.


A pesar de todo, un  líder autoritario siempre consigue lo que se propone, siempre se sale con la suya, o al menos eso le parece a sus súbditos. De modo que, aunque lo odia, el dentista le permite pasar y le saca la muela. En ese momento, sentado en la silla, el cacique se encuentra a merced de un pobre y simple paisano, un hombre que no tiene valor para rebelarse pero que sí puede vengarse, a su manera, sacándole el molar sin anestesia, causándole dolor.

El dictador, en su papel de fuerza, de dureza, de poder, no se permite exclamar una maldición ni lanzar un grito, aunque las lágrimas de dolor que caen por sus mejillas, y los temblores, nos demuestran que, muy en el fondo, es un ser humano y que, por lo tanto, puede ser derrocado.

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