En las cosas menores está escondido muchas veces el destino
y los grandes cambios de las personas.
Sobre esta idea traza una historia costumbrista Miguel
Delibes. Un matrimonio joven y aparentemente feliz, la nieve, un resbalón, una
caída, unas gafas rotas, una obsesión, un descubrimiento…
Es invierno y las calles están blancas, heladas. A Juan
Gómez se le rompieron las gafas tras una desafortunada caída. Esa mañana, antes
de ir a la óptica para repararlas, mientras él se encuentra desayunando, su
mujer experimenta una extraña sensación, un asco en su interior. Es difícil de
explicar, pues su vida de pareja es satisfactoria pero, sin embargo, siente
repugnancia al ver a su esposo.
Primero piensa en la posibilidad de encontrarse encinta,
aunque pronto se da cuenta de que ésa no es la causa de su desazón. El hombre
con el que está conviviendo parece otro sin sus anteojos, esas lentes que le
daban carácter y construían su personalidad. Esta idea la pone nerviosa, la
perturba, la obsesiona incluso, y llega a creerse que en verdad aquél no es el
hombre al que conoce desde hace diez años y con el que lleva poco tiempo
casada, que el verdadero Juan podría aparecer en cualquier momento. La rotura accidental de unas gafas hace aflorar en esta mujer el miedo
a la convivencia, a la aventura del matrimonio, y la obliga a replantearse si
verdaderamente ama a su marido.
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