El relato que hemos leído esta semana es la historia de una triste Navidad. Una familia compuesta por nueve personas celebra, alrededor de la mesa, unas amargas fiestas con la figura de la madre, fallecida recientemente, en la memoria.
Se trata de una historia coral, con muchos personajes
(nueve, diez contando con la madre muerta, son muchos caracteres para tan pocas
líneas), en la que Delibes desnuda los sentimientos de los mismos dejándolos hablar,
de una manera corriente, empleando un lenguaje cotidiano, con conversaciones
paralelas en las que se entremezclan temas diversos con los ruidos domésticos.
La ambientación es magnífica. Intuimos que la acción se
sitúa en la década de los 60 o los 70
del siglo XX en una pequeña ciudad o pueblo de la España interior gracias a los
trazos impresionistas magníficamente trazados por el genial escritor
vallisoletano. De este modo, las referencias a las costumbres de la época son
continuas:
- La religión tenía mucha más importancia que en la actualidad: el luto por un familiar fallecido, el Belén, la bendición de la mesa, etc., que aparecen en la lectura eran costumbres ordinarias en las familias “normales” de la época.
- El menú de Navidad: conformado por besugo, pavo relleno y lombarda era el propio de cualquier familia que no pasase demasiadas estrecheces.
- El Seat 600: un superventas de la época…
Acertaríamos si comparásemos este cuento con una “naturaleza
muerta” o bodegón: el fondo oscuro, casi negro, los trazos gruesos, los
elementos culinarios… ayudan a dar esa imagen de tristeza y nostalgia que lo
impregna todo, desde la primera hasta la última línea, cuando Cati se echa a
llorar.
Y resulta que la primera palabra que leemos en este texto es
“Ella”, una referencia directa a la que falta, a la madre muerta y a la que
todos echan de menos más de lo que se imaginan. Cati, el ama de casa, la
encargada de que la celebración mantenga el sabor de anteriores ocasiones, es
señalada por todos como la culpable de que esta Navidad carezca de ambiente,
que no sea feliz, ya sea por haber olvidado de encender la chimenea, por su
modo de preparar los alimentos, por la mala colocación del niño Jesús en el
Nacimiento o por su particular modo de bendecir la mesa… Pero nadie se da
cuenta de que la causa de todo radica en el interior de cada uno de ellos, en
la aflicción que les causa el haber perdido a un ser querido. Y es que todos
sabemos que es en estas fiestas cuando más afloran los sentimientos de pesar
por las personas queridas que ya no nos acompañan.
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