Franco Sacchetti es un escritor florentino del siglo XIV.
Seguidor de Boccaccio, en sus escritos recogía historias con enseñanzas o
moralejas, como la que nos ocupó esta semana en nuestro Taller de Lectura, El parto.
Contra los dictados de la iglesia, un cura tuvo una hija en
su juventud. Tiempo después, la muchacha creció sana y hermosa, admirada por
los jóvenes de la zona. Vivían padre e hija en el mismo hogar, como tío y
sobrina.
Un joven arrebatado por la belleza de la chica tiene un plan
para poseerla. Se disfraza de mujer en estado avanzado de gestación y se dirige
a la iglesia a primera hora de la noche para confesarse, si bien sabe que el
párroco no regresará de sus visitas hasta tarde.
Llega el sacerdote a la una de la madrugada y, como es su
obligación, le ofrece el sacramento a la embarazada. La confesión es
premeditadamente larga. Como estaba bien entrada la noche y las condiciones
climatológicas eran adversas, por humanidad, el sacerdote invitó a la mujer a
cenar y a pasar la noche en su morada. Como es lógico, la mujer embarazada
comparte cuarto con la sobrina del eclesiástico, situado inmediatamente al lado
del suyo.
El cura no tarda en dormir y el hombre disfrazado de mujer
encinta se arrima a la chica y le toca los pechos. La joven, al descubrir las
intenciones del invitado grita: “¡Padre
Tiraccio, que es un muchacho!”. Despertado del sueño, el cura interpreta
que su invitada está dando a luz y que la criatura arrojada al mundo es un
varón, por lo que conmina a su sobrina a ayudar a la parturienta.
Agotada de resistirse y ante las instrucciones del párroco,
deja de oponer resistencia e intenta pasar el trance lo mejor posible. Una vez
consumado el acto, el joven visitante confiesa a la la chica que está locamente
enamorado de ella desde hace tiempo y le ofrece dinero y todo lo que posee. Se
entienden y acuerdan el modo de seguir viéndose en secreto.
Al despertar, el cura se encuentra con que la embarazada ha
dado a luz y ha abandonado la casa sin dar una muestra de agradecimiento y se
enoja. Su sobrina alimenta el malentendido diciéndole que ha parido a un varón
y que no ha podido pegar ojo, y que la mujer se fue temprano por vergüenza,
evitando así encontrarse con él.
Sacchetti finaliza el relato afirmando que lo acontecido le
está bien empleado al sacerdote, y que la hipocresía de muchos miembros de la
iglesia debería serles pagada de manera similar al narrado en el cuento, ya que
no tienen esposas, en sus hijas o sobrinas.
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