El Buche siente envidia del Fino. Trabaja de cerillero,
oficio que no le permite vestir de manera elegante ni tener vicios caros. El
Fino, por el contrario, es chófer de algún personaje con poder y dinero, por lo
que viste uniforme y gusta a las muejres. A una, en concreto, Nabawiyya, que
atiende a sus requiebros y que desprecia al cerillero. Por este motivo, el
Buche quiere cambiar de empleo.
Y la tarde no avecina nada bueno para su negocio. El tren
que entra en la estación donde desarrolla sus actividades comerciales viene cargado de prisioneros italianos,
militares ávidos de tabaco pero sin blanca. Sabemos así que la acción se sitúa
en algún momento entre los años 1.940 y 1.941, durante la campaña del África Oriental
(recordemos que Italia disponía de colonias al este del continente africano
–Eritrea, Somalia, Etiopía- y que las perdió a manos de los británicos, y que Al-Zagazig,
al sur de Egipto, era lugar de paso obligado para los convoys que se dirigían a
Europa).
Pero los cautivos están desesperados por fumar. Le llaman,
le gritan, le suplican. Uno le ofrece su guerrera a cambio de los preciados
cilindros. El Buche se da cuenta de su posición de poder e intenta sacar
tajada. ¿Una guerrera por diez cajetillas?
Puedo sacarla por menos. Tras regatear con el preso, consigue la chaqueta
por dos cajetillas. No es mal negocio.
Ahora podrá lucir un uniforme gris con botones dorados pero…
El uniforme no acaba de estar bien. Le queda un poco ancho,
no importa. Se da cuenta de que el traje del Fino es un uniforme completo, con
su chaqueta, su pantalón, sus zapatos. Así que continúa a lo suyo. Pretende
cambiar una cajetilla por unos pantalones y no tarda en conseguir su objetivo.
Lo que parecía una tarde perdida se está convirtiendo en su salvación.
Nabawiyya lo mirará con otros ojos cuando lo vea tan elegante.
Faltan las botas. Pero suena el silbido de la locomotora. Va
a arrancar. El tren se va a marchar antes de que consiga unas botas. El Buche
desespera. Un centinela lo observa en el andén, con su uniforme de militar
italiano y en seguida le ordena que suba al tren. Lo confunde con un
prisionero. El Buche no entiende una palabra de inglés ni de italiano. Así que
decide marcharse. Recibe un disparo por la espalda y cae convertido en un
cadáver. Un cadáver elegante.
Y así concluye El traje del prisionero, relato escrito por el premio Nobel egipcio Naguib Mahfuz.
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