EL SALTO de Leon Tolstoi (II)


A algunas personas les gusta ser el centro de atención y no saben qué hacer para conseguirlo. Les encanta que la gente les mire, que estén pendientes de lo que hacen, pero nunca tienen suficiente. Algunos hablan en voz muy alta, muchos se visten de manera estrafalaria, otros se comportan de forma extraña... Solemos decir de esta gente que “hace el mono”.

Precisamente es un simio el que se comporta así en este relato del ruso Tolstoi. En un barco que acaba de regresar a puerto, un pequeño mono roba el gorro de un niño, hace gestos y se burla de los allí presentes, que ríen y ríen.

Mientras, el niño, herido en su orgullo, corre en su persecución, para tratar de recuperar la prenda robada. El bribón trepa por el mástil y hace acrobacias en las cofas ante la algarabía del púbico. El niño, inconsciente del peligro al que se expone, va tras él, sin dudarlo.


Cuando llegan a una altura respetable, la actitud de los presentes cambia. El niño está demasiado expuesto, ha llegado a una altura que hace imposible la vuelta atrás, y la gente pasa de las bromas a la preocupación.

En ese momento aparece el padre del niño, el capitán del barco, con una escopeta en las manos. Viendo el peligro que corre su hijo, no vacila en amenazarlo de muerte si no obedece. Le pide que salte al mar, que si no lo hace le disparará. Nada más lejos de su intención, pues lo que él quiere es salvar la vida de su hijo. El pequeño, ante las órdenes de su papá, renuncia a su sombrerito y salta al agua, de donde es rescatado por los marineros.

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