Acabamos de leer el cuento de Pushkin El pescador y el pez dorado.Como ya hemos comentado, se trata de una fábula de la tradición oral eslava que ya había recogido, con leves variaciones, Afanasiev (podéis leer su "versión" en el siguiente enlace).
El relato narra la historia de un anciano matrimonio de un pueblo costero ruso. Él es un viejo pescador que ha dedicado toda su vida a luchar con el mar en busca de algo que llevarse a la boca. Ella es una anciana mujer que se dedica a hilar y tejer. El hombre es humilde, conformista, sumiso. La mujer es egoísta, ambiciosa, déspota.
En ocasiones, el pescador tiene suerte, en otras no consigue capturar un mísero pez. Pero un día la fortuna le sonríe y captura un extraño y pequeño pez dorado. La característica más llamativa del pez no es su aspecto, sino que dispone de la facultad de hablar y de conceder cualquier deseo.
El anciano, en un primer momento, se asombra y se asusta pero, sin embargo, mantiene una conversación con el pescado tan tranquilamente, en la que renuncia a las riquezas que el pez le ofrece a cambio de su libertad.
Llegado al hogar, el anciano narra la aventura a su esposa, que reacciona insultándole por no haber aprovechado la ocasión que se le había presentado y le ordena ir al encuentro del pez y que solicite como deseo un nuevo balde para lavar la ropa. El viejo pescador, sumiso, obedece sin rechistar.
Esta misma situación se repite constantemente a lo largo del relato. La narración va in cescendo a medida que la avaricia de la mujer crece, de modo que se produce un paralelismo en la progresión de tres elementos: el lujo de los deseos de la mujer, la violencia de ésta sobre su sumiso esposo y el estado de la mar.
Mientras los deseos eran más o menos modestos y razonables, el pez los concedía de buena gana. Sin embargo, la ambición de la mujer no tenía freno y, a medida que su ambición medraba, la ira del pez (la ira divina, reflejada por el estado de la mar) crecía, de modo que en el momento que el anciano expresó al pececillo el deseo de la vieja de poseer los mares y al propio pez dorado, éste devolvió a los protagonistas a su realidad de pobreza y miseria, dejando a la avariciosa sin riquezas ni lujos, sin isba e incluso sin su nuevo balde ("A sus pies, estaba el balde roto") cerrando así la estructura circular del relato.
Como todo buen cuento que se precie, éste tiene un carácter moralizante, pues presenta una clara moraleja, para la cual tenemos aquí un refrán que le viene como anillo al dedo: la avaricia rompe el saco.
El relato narra la historia de un anciano matrimonio de un pueblo costero ruso. Él es un viejo pescador que ha dedicado toda su vida a luchar con el mar en busca de algo que llevarse a la boca. Ella es una anciana mujer que se dedica a hilar y tejer. El hombre es humilde, conformista, sumiso. La mujer es egoísta, ambiciosa, déspota.
En ocasiones, el pescador tiene suerte, en otras no consigue capturar un mísero pez. Pero un día la fortuna le sonríe y captura un extraño y pequeño pez dorado. La característica más llamativa del pez no es su aspecto, sino que dispone de la facultad de hablar y de conceder cualquier deseo.
El anciano, en un primer momento, se asombra y se asusta pero, sin embargo, mantiene una conversación con el pescado tan tranquilamente, en la que renuncia a las riquezas que el pez le ofrece a cambio de su libertad.
Llegado al hogar, el anciano narra la aventura a su esposa, que reacciona insultándole por no haber aprovechado la ocasión que se le había presentado y le ordena ir al encuentro del pez y que solicite como deseo un nuevo balde para lavar la ropa. El viejo pescador, sumiso, obedece sin rechistar.
Esta misma situación se repite constantemente a lo largo del relato. La narración va in cescendo a medida que la avaricia de la mujer crece, de modo que se produce un paralelismo en la progresión de tres elementos: el lujo de los deseos de la mujer, la violencia de ésta sobre su sumiso esposo y el estado de la mar.
deseos: un balde - una isba - ser burguesa - ser zarina - ser dueña de los mares y del pez dorado
violencia: lo regaña - lo insulta - lo manda a las cuadras - lo azota - lo expulsa del hogar y le retira la palabra
el mar: azul y tranquilo - revuelto - más revuelto - negro y agitado - gran oleaje y tormenta
Mientras los deseos eran más o menos modestos y razonables, el pez los concedía de buena gana. Sin embargo, la ambición de la mujer no tenía freno y, a medida que su ambición medraba, la ira del pez (la ira divina, reflejada por el estado de la mar) crecía, de modo que en el momento que el anciano expresó al pececillo el deseo de la vieja de poseer los mares y al propio pez dorado, éste devolvió a los protagonistas a su realidad de pobreza y miseria, dejando a la avariciosa sin riquezas ni lujos, sin isba e incluso sin su nuevo balde ("A sus pies, estaba el balde roto") cerrando así la estructura circular del relato.
Como todo buen cuento que se precie, éste tiene un carácter moralizante, pues presenta una clara moraleja, para la cual tenemos aquí un refrán que le viene como anillo al dedo: la avaricia rompe el saco.
Está "hustec" diciendo que la pobre oprimida señora por el malnacido de su borracho esposo ruso es agresiva con él y se atreve a decir que la moraleja es esa?
ResponderEliminarLa moraleja evidente es: ante la duda TU LA VIUDA!
Jodidos rusos machistas..!
Otra feminazi subnormal tocando las pelotas...
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