El relato de Emilia Pardo Bazán que hemos leído esta semana, aunque se titula Vampiro, nada tiene que ver con Drácula ni con otros seres de la noche. Es ésta una historia didáctica, que pretende advertir a las jóvenes de los peligros y las desdichas de los matrimonios de conveniencia.
El cuento narra la historia del casamiento de Inesiña, una doncella de apenas quince años con Don Fortunato, un ricachón que va camino de los ochenta.
La acción tiene lugar en Vilamorta, un atrasado ("se cuenta por reales aún") pueblo de Galicia. Llaman la atención los continuos juegos de palabras que realiza la escritora coruñesa: Fortunato es rico, tiene una gran fortuna; Vilamorta, el nombre del pueblo significa, en castellano, "villa muerta"; Inesiña es devota de Nuestra Señora del Plomo, y el plomo se hunde, como la existencia de la protagonista después del matrimonio; el doctor que la atenderá en su enfermedad se llama Tropiezo, ¿y que ha sido la boda para Inesiña más que un grave tropiezo?
Inesiña, convencida o instigada por su tío, el cura, sólo pone una condición para la boda, y es que ésta tenga lugar en el templo de Nuestra Señora del Plomo. El novio, que está en las últimas, llega a la iglesia a la silla de la reina. Ridícula imagen...
El casamiento no es bien visto por todos. La gente del pueblo les dedica una cacerolada en la noche de bodas y los familiares de Fortunato ven como sus posibilidades de herencia se van al traste al ser nombrada Inesiña heredera universal.
La boda no se realizó por amor, eso está claro. Inesiña, en un principio, estaba asustada ante el hecho de que pudieran tener lugar relaciones íntimas e incluso por la posibilidad de engendrar descendencia, aunque una vez en el hogar, unas muñecas en el tocador la tranquilizaban, pues transparentaban las intenciones del anciano, que la veía como una chiquilla. De este modo, se esfumaron sus temores y encaró, incluso con alegría, el cometido de cuidar al buen señor, al que tomaría como el padre que, pobre huérfana, nunca había conocido.
Lo que no sabía Inesiña es que Fortunato tenía otros planes. Compinchado con un curandero extranjero, se había propuesto robar la energía, la vida, a la muchacha. Del contacto con la doncella, él ganaría en salud y en vitalidad, mientras ella caería irremediablemente enferma. Como un vampiro, le estaba "chupando" la sangre. ¿Por qué si no había estado el viejo comprando nuevas tierras?
De este modo, la gente del pueblo vio como Fortunato, al que nadie le daba más de un mes de vida, empezaba a salir a la calle y retomba viejas costumbres (ir al casino, partidas de billar), mientras que Inesiña sufría una extraña y larga enfermedad que terminaba por cobrarse su vida.
Con la ayuda del "brujo" inglés, Fortunato había encontrado la ansiada fórmula de la vida eterna en la convivencia con una virgen. Todos los indicios apuntan a que estamos ante un caso de brujería.
Al final del texto, el pueblo habla a través de la pluma de la Bazán para amenazar al malvado y egoísta Fortunato: "De esta vez, o se marcha del pueblo, o la cencerrada termina en quemarle la casa y sacarle arrastrando para matarle de una paliza tremenda". Como antiguamente se hacía con las brujas, sería juzgado y ejecutado delante de todo el pueblo.
El cuento narra la historia del casamiento de Inesiña, una doncella de apenas quince años con Don Fortunato, un ricachón que va camino de los ochenta.
La acción tiene lugar en Vilamorta, un atrasado ("se cuenta por reales aún") pueblo de Galicia. Llaman la atención los continuos juegos de palabras que realiza la escritora coruñesa: Fortunato es rico, tiene una gran fortuna; Vilamorta, el nombre del pueblo significa, en castellano, "villa muerta"; Inesiña es devota de Nuestra Señora del Plomo, y el plomo se hunde, como la existencia de la protagonista después del matrimonio; el doctor que la atenderá en su enfermedad se llama Tropiezo, ¿y que ha sido la boda para Inesiña más que un grave tropiezo?
Inesiña, convencida o instigada por su tío, el cura, sólo pone una condición para la boda, y es que ésta tenga lugar en el templo de Nuestra Señora del Plomo. El novio, que está en las últimas, llega a la iglesia a la silla de la reina. Ridícula imagen...
El casamiento no es bien visto por todos. La gente del pueblo les dedica una cacerolada en la noche de bodas y los familiares de Fortunato ven como sus posibilidades de herencia se van al traste al ser nombrada Inesiña heredera universal.
La boda no se realizó por amor, eso está claro. Inesiña, en un principio, estaba asustada ante el hecho de que pudieran tener lugar relaciones íntimas e incluso por la posibilidad de engendrar descendencia, aunque una vez en el hogar, unas muñecas en el tocador la tranquilizaban, pues transparentaban las intenciones del anciano, que la veía como una chiquilla. De este modo, se esfumaron sus temores y encaró, incluso con alegría, el cometido de cuidar al buen señor, al que tomaría como el padre que, pobre huérfana, nunca había conocido.
Lo que no sabía Inesiña es que Fortunato tenía otros planes. Compinchado con un curandero extranjero, se había propuesto robar la energía, la vida, a la muchacha. Del contacto con la doncella, él ganaría en salud y en vitalidad, mientras ella caería irremediablemente enferma. Como un vampiro, le estaba "chupando" la sangre. ¿Por qué si no había estado el viejo comprando nuevas tierras?
De este modo, la gente del pueblo vio como Fortunato, al que nadie le daba más de un mes de vida, empezaba a salir a la calle y retomba viejas costumbres (ir al casino, partidas de billar), mientras que Inesiña sufría una extraña y larga enfermedad que terminaba por cobrarse su vida.
Con la ayuda del "brujo" inglés, Fortunato había encontrado la ansiada fórmula de la vida eterna en la convivencia con una virgen. Todos los indicios apuntan a que estamos ante un caso de brujería.
Al final del texto, el pueblo habla a través de la pluma de la Bazán para amenazar al malvado y egoísta Fortunato: "De esta vez, o se marcha del pueblo, o la cencerrada termina en quemarle la casa y sacarle arrastrando para matarle de una paliza tremenda". Como antiguamente se hacía con las brujas, sería juzgado y ejecutado delante de todo el pueblo.
No da miedo
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