Hacía ya mucho tiempo que no leíamos nada de Truman Capote en nuestro Taller de Lectura. Esta semana hemos leído Una luz en la ventana, un relato que apareció en su volumen de cuentos titulado Música para camaleones que presenta muchos de los rasgos característicos de la obra del genial escritor
de Nueva Orleáns.
En el cuento, Truman Capote nos refiere una experiencia
personal de su rica vida social. No es difícil imaginarse al autor de A sanger
fría o Desayuno en Tiffany’s inmiscuido en tan atolondrada aventura.
El narrador, invitado a la boda de una amiga, emprende un
viaje con un matrimonio que también acudirá al evento y al que no conoce, los
Roberts. Estos parecen ser una pareja de lo más normal, incluso agradable, pero
el día de la recepción nupcial se emborrachan irremediablemente. Unos 160
kilómetros separan a New York de Conneticut, trayecto demasiado largo para
compartir con un matrimonio que, bajo los efectos del alcohol, se dedica a
discutir e insultarse, lo que les hace perder el control del auto y estrellarse
contra un árbol.
Asustado, el protagonista se baja del coche y escapa,
adentrándose en el bosque. Es una noche fría de viento y no parece haber rastro
de casas o presencia humana. Después de media hora andando y ya helado de frío,
avista una casa en la que una ventana está iluminada. Nuestro amigo mira a
través del cristal y ve a una anciana que lee un libro al calor de la chimenea.
Llama a la puerta.
La señora de pelo blanco lo recibe con una sonrisa y le
invita a pasar. Vive sola, acompañada de seis o siete gatos callejeros. No
tiene teléfono, por lo que el narrador no puede llamar a un taxi, pero la
hospitalaria mujer le agasaja con un vaso de bourbon, le da conversación y le
invita incluso a quedarse para pasar la noche. Es una anciana cultivada, ambos coinciden
en gustos (está leyendo Emma, novela de Jane Austin, una de las autoras
favoritas de nuestro protagonista), y charlan de temas diversos (literatura,
lugares lejanos, religión, horticultura…) hasta que es hora de irse a la cama.
A la mañana siguiente, después de tomar el desayuno, el
protagonista descubre que la acogedora y confiada (¿quién se atrevería a dar albergue,
en una casa aislada, a un desconocido, una noche de frío?) anciana esconde un
secreto inquietante. En un congelador que tiene encajado en un rincón de su
sucia cocina, la mujer guarda, congelados, los cadáveres de docenas de gatos,
antiguos amigos que han muerto y de los que no soporta la idea de verse
separada.
Aparecen en el texto diversas referencias culturales, muy
diferentes a las que pudimos ver la semana pasada en el texto de Rubén Darío (Elvelo de la reina Mab). Lo que en el cuento del escritor latinoamericano
eran alusiones a seres de la mitología clásica, personajes de la historia y del
arte, incluso del Viejo Testamento, son en Capote referencias al cine (¿Quién
teme a Virginia Wolf?) y la literatura (Jane Austen, Thoreau, Willa Cather,
Dickens, Lewis Carroll, Agatha Christie, Raymond Chandler, Hawthorne, Chejov o
Maupassant).
Por relatos como éste adoro a Truman Capote. El del invitado del día de acción de gracias también es una delicia. Cuando confluyen en una misma criatura grandes dosis de ternura y grandes dosis de libertad ( de esa de pase lo que pase, pese a quien le pese, piensen lo que piensen) surgen personas como Truman, gente excepcional, si además tiene maestría con la escritura, esa excelencia nos salpica y puede ser compartida con montones de lectores y lectoras, encantadas, por otra parte, de tener algo en común con Marilyn. Gracias desde Algeciras.
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ResponderEliminarQuien es el narrador
me pueden dar su opinión de la cronica
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